Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

martes, 16 de enero de 2024

La voz melodiosa


Ella le esperaba en la puerta del palacio y le seguía por el bosque. Si en alguna ocasión Alpargata se volvía y le decía algo, la muchacha se ocultaba tras un árbol y no retomaba su camino hasta que no lo hacía él. 
Pero un día Eugenia se puso a su lado y caminó a su misma altura hasta la parada del tranvía. Entonces la muchacha le tomó de una mano y le dijo:
-Tienes unas manos muy bonitas.
Alpargata se miró las manos y acto seguido contempló a la muchacha de los ojos armenios. Era la primera vez que alguien le decía algo así. Vio sus manos reflejadas en los ojos de ella y le parecieron también bonitas.
Al sábado siguiente bajaron ya desde el palacio cogidos de la mano. Pero no fueron hasta la parada del tranvía sino que se adentraron en la parte más oscura del bosque. Contemplaron la claridad que desprendían las luces de la ciudad, como lucernas sobre el mar. El aire olía a limonero. La muchacha se tumbó sobre una pinaza y le dijo:
-Entra en mí.
Primero, él le besó los ojos y seguidamente penetró en ella. Él contaba las piedras del suelo y ella las estrellas. Después contó él las estrellas y ella las piedras del suelo. Y así muchas veces.

Montserrat Roig
La voz melodiosa
Plaza y Janés.

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