Somos millones en esta isla errónea y apenas alguno sabe que llevamos vidas de náufrago

miércoles, 11 de agosto de 2010

Fúnebres equivocaciones

Hace un rato (a las 8,45) ha sonado el teléfono mientras preparaba en la cocina un arroz a la milanesa. Cuando lo he cogido, alguien, sin presentaciones previas ni preguntar al menos con quien estaba hablando, me ha anunciado con la mayor naturalidad la celebración de un entierro hoy por la mañana en un pueblo cercano al que vivo. Sin querer, un escalofrío me ha recorrido la espalda; sobre todo cuando la persona en cuestión ha continuado con su fúnebre perorata como si yo estuviera llamado obligatoriamente a acudir a ese sepelio. Por un momento he albergado preocupantes dudas sobre el tipo de protagonismo para el que se me requería. Al fin, tras tragar saliva, le he preguntado por el número al que llamaba pues pensaba que se estaba equivocando (en realidad, deseaba que se estuviera equivocando). El número difería del mío en la última cifra y era, según me dijo el empleado de la funeraria con el que estaba al habla, el del enterrador del pueblo.
Creo que cuando acabe el arroz voy a solicitar cambio de número.

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