A la entrada de la Catedral de Cuzco una señora pretende (previo pago, supongo) prenderme en la pechera una medallita con la imágen del Santo Cristo de los Temblores, que por lo visto es indispensable contra cualquier terremoto.
Lo evito como puedo y le manifiesto a la postulante mi falta de disposición a la creencia.
La buena señora responde: "Ay, señor! No diga eso". Y me mira horrorizada como si ya en mis ojos viera reflejadas las llamas del infierno.
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